martes, 22 de diciembre de 2009

¿CÓMO ACTUAR ANTE LA MUERTE?

El tema más escabroso para mi parecer y que no puede conformar tan solo un post, pero se ha llegado el momento por los recientes acontecimientos de escribir el primero. Murió de un paro cardiaco un chico de 24 años, fornido y atlético, ¿fueron los anabólicos? ¿o simplemente surgió una muerte de algo que no sabían que era, pues ya se había sentido mal?, Muere la jefa y amiga de una amiga, inesperadamente, hoy da una orden y mañana la están velando. Fallece el abuelo de una ex, la edad, las complicaciones. Cae víctima de un paro cardiaco la mamá de otra amiga, la operan del corazón, no resiste, muere. Se desvanece la tía de otra amiga, ya era grande, tal vez sí se lo esperaban. Las dos últimas, mueren el mismo día… Un mes más y muere la otra tía, casi madre de la misma amiga y por si esto fuera poco, a los días muere la hija de una compañera de trabajo a sus 16 años. ¡Dios, qué impacto! Con religión o no, simplemente un minuto de silencio en honor, respeto y por el descanso en paz de éstas personas conocidas y por todas aquellas a las que hemos perdido y que tan solo nos resta resignarnos a ser sus dolientes.

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Tal parece que despediremos este año con esos huecos que se han quedado para siempre, nos quedaremos con un plato menos, una silla menos en el comedor y un hueco más grande en el corazón.
Pérdida, dolor, angustia, miedo, desolación, frustración, miedo, ira y resignación, son algunos de los sentimientos que nos embargan el alma el corazón y la razón, no podemos dejar de sentir alguno, todos, o uno que otro más, es natural, es humano. A pesar de que hace unos meses deseé morir, siempre estuvo presente mi aberración a la muerte, un sentimiento que comparto con muchos, una condición humana que tiene muchas medidas dependiendo de cada persona, pero que siempre prevalece en la sangre misma. No importando si lo aceptas o no, va a suceder, diría GC:
La muerte tiene tan certera su victoria, que nos da una vida de ventaja…
¿Y qué vas a hacer con dicha sentencia ineludible?
La única cosa que podemos asegurar en esta vida, el único hecho certero y del cual no podemos hacer nada al respecto, del que no podemos escapar por más poder, ciencia, dinero y por más inteligencia que tengamos, es el morir, no hay de otra, todos moriremos y te lo firme Dios, o el mismo demonio, o simplemente si nadie lo firma, si nadie lo afirma, así es, irónica realidad: TODOS MORIREMOS. Nos estremecemos al leer o escuchar esa frase, unos más otros menos, y la idea se siente de la reverenda fregada, por más fuerte y resignado que seas, por más que aceptes el hecho, el que se te muera alguien a quien amas y el que sepas que vas a morir es un hecho que pareciera diabólico, natural y evidente, dependiendo de la persona. A lo largo de mi vida me he encontrado con personas que opinan y sienten diferente al respecto, desde la persona que no quiere ni pensar en ello y evita de la forma más loca, los funerales o las calles que tengan funerarias con tal de alejarse del mismísimo hecho, como quien dice con toda la tranquilidad del mundo y con voz resignada y muchas veces hasta de “no tiene la mayor importancia”, que es un proceso natural y que ha de pasar. Pero no, no he conocido persona medianamente cuerda que cuando llega el momento de perder a alguien amado, o que se ve tan “cerca” de que la parca le dé la mano, no incida en ese “miedito” o esa “cosa rara”, que se siente cuando ya se ve “de a de veras”. No, no importa si lo comprendes o no, porque al final de cuentas nadie lo comprende realmente, sigue siendo un tema tabú, sigue siendo ese “algo” que inquieta a rico a pobre, a hombre, mujer o quimera, o simplemente a un animal que cuando ve amenazada su vida, corre despavorido, tenga entendimiento o no, el instinto básico siempre es “run for your life!”, o sea el pavor y miedo a la muerte inherentes a que tu instinto de supervivencia te mantenga vivo.
Hemos hablado de las pérdidas y estas con respecto a un ser amado, esta forma es la manera más cruel del mundo, sin embargo, tal parece que nos enseñaron a que moriríamos en ese momento justo en que nos den la terrible noticia, pero no, el 99.99% de la gente sobrevivimos a tan crudo hecho, hayamos perdido a la persona por cualquier motivo. Tan solo la gente con afecciones cardiacas o ciertas deficiencias físicas o de enfermedad, no logran sobreponerse e integran ese 0.01% que muere al experimentar esa experiencia o simplemente se deja morir o se suicida ante la inaceptación de tan terrible vacío en una absurda realidad. Por otra parte estamos quienes “aguantamos vara”, no por valientes o por fuertes o dárnosla de muy poderosos o centrados, simplemente porque la corriente del río llamado vida, sigue fluyendo y te arrastra a su paso, las cosas no se detienen, siguen su curso y “a forciori”, no por ser muy fregones, si no porque simplemente así es la naturaleza y su curso, por eso pasamos por ese transe, por ese trago tan amargo como el tomar ácido y quemar nuestras entrañas y boca para no volver a sentir más nada, sin embargo, sentimos que nos desgarramos y que el sufrimiento es insoportable, a veces lloramos a mares y a madres, hasta que los ojos casi se nos van a reventar y ya no existen lágrimas, se convierte en un llanto “seco”, pero igualmente agraviante y es cuando nos sentimos desmayar o morir, después de que también nuestra garganta ya está seca por tanto lamento. No queremos seguir adelante y deseamos la mayoría de las veces poder estar en “su lugar” y sacrificar la vida propia para darle vida a esa persona y para desvanecer nuestro dolor dejando de existir. Gritaremos, patalearemos, dejaremos de comer, no nos separaremos del ataúd, de su cuerpo que aún está aquí, nos desmayaremos, vomitaremos el vacío… en fin, tantos tintes tristes desoladores y enloquecidos, pero, nada de nada hará que la persona vuelva a abrir los ojos, así lo deseemos en medio de nuestra negación, así lo roguemos prometiendo hasta lo que no porque suceda el milagro, así nos flagelemos o juremos las más sacrificadas mandas, no, así nada más: no volverá a moverse, no volverá a respirar, no volverá a hablar, ni a escuchar y esto es lo más jodido del asunto además de que nos reprocharemos el típico “hubiera”: “le hubiera dicho que le amaba”, “le hubiera dicho que me perdonara”, “le hubiera dicho que le perdonaba” y así un sin número de hubieras, “hubiera estado ahí cuando me llamó”, “hubiera hecho más para…” “no hubiera hecho aquello porque…”, pero como siempre, el hubiera no existe, lo que le dijiste o no, ya está en el pasado y no hay cambios, ya no puedes. Nos echaremos la culpa por su muerte o buscaremos culpables, pero al final es absolutamente irremediable el hecho: perdimos a la persona, ni la cárcel ni la muerte para los posibles culpables te regresarán a ese ser.
Las horas pasarán y llegará el adiós definitivo, el ataúd en la fosa, la tierra cayéndole, las ganas de aventarse ahí mismo y descansar para siempre a su lado para borrar su ausencia y el dolor estúpidos estados que nunca deseamos sentir. Esperaremos el humo blanco de la chimenea, desearemos derribar la puerta y sacar del horno a nuestro ser querido, nos entregarán las cenizas y volveremos a llorar amargamente y ya no habrá nada que hacer, pero la cuestión es que no había nada qué hacer desde su muerte, porque lo que pudiste hacer lo hiciste a la medida de lo posible cuando vivía y si no lo hiciste, la lección es atroz, el aprender que hay que hacerlo todo en vida y decirlo todo en vida.
Los casos de más incertidumbre son cuando no hay un cuerpo, cuando siempre habrá la duda de si habrá muerto o si vivirá, aunque lo más seguro es lo primero. La duda podrá carcomerte la vida misma o destruir parte de ella y así mismo, la persona ya no está, ni volverá a estar, es muy cruel, es lo más frío y atroz, pero nada ni nadie puede cambiarlo.
Entonces pasarán los primeros días horrendos, donde deseamos despertar y que haya sido una pesadilla, pero volveremos a llorar sabiendo que es la vida misma, la estúpida realidad insoportable. Veremos sus fotos, sus videos o sus cosas, tal vez nos neguemos a verlos y a evitar el tema. Tal vez durmamos con su sudadera, en su cama o con una imagen de la persona, rogando a diario por despertar en el pasado, por viajar en el tiempo y cambiar los acontecimientos, pero la vida sigue así, como está, cada vez que despiertas con la ingenua esperanza de que la realidad sea otra, tan solo despiertas para volver a llorar y sentir esa hiel tan amarga. La gente te dirá “a él, o a ella no le hubiera gustado verte así”, y es la más neta verdad, si esa persona te amó es la única verdad posible, no le gustaría verte así. Simplemente pensemos lo que nos gustaría a nosotros que la gente que nos amó y se queda haría: ser recordados y continuar con sus vidas. Si fuéramos un espíritu y viéramos que están sufriendo y que su vida se ha detenido y pudiéramos hablarles, les diríamos que no nos olvidaran, que nos siguieran amando por siempre, pero que ya no sufrieran tanto y que continuaran con sus vidas, eso haríamos por el amor que les tenemos.
Lo más importante que deseamos es no ser olvidados, tener un lugar en esos corazones vivos, pero ese recuerdo trae dolor. El chiste es lograr recordar buenos momentos sin permitir pensar en la triste ausencia como tal, solo mantener el recuerdo bonito real y bueno, vetar el mal pensamiento impositivo.
Entonces, nos gustaría que esas personas siguieran su vida, pues no queremos ser el motivo de su amargura, pues solo deseábamos la felicidad de ellos. Estos dos aspectos son los más importantes y los únicos que pueden servir a quienes sobrevivan a la persona. Hay que volver a sonreír, porque a esa persona le hubiera gustado y porque nos hace bien para seguir con la vida, esto no quiere decir para nada una falta de respeto o cariño ante su muerte, el que no sigamos llorando amargamente no quiere decir que le hayamos dejado de querer, porque nunca nos dejará de doler, porque pueden pasar 2 mil años y en algún momento que será plenamente válido, volveremos a llorar su ausencia para desahogar el dolor, pero solo eso debe de ser, no debe de derribarnos nunca, porque se sigue, meramente vivo. Ahora hay que seguir con la vida, salir, trabajar, planear, soñar y divertirse, sí, divertirse aunque pensemos que es una abominación, después de un periodo hay que divertirse porque es nuestra vida y porque así mismo le hubiera gustado a esa persona, vernos sonreír por un logro, por un buen momento, por disfrutar a los amigos, a los familiares, o simplemente porque un mimo o payaso de la calle nos giró los labios y afinó las patas de gallo para hacernos reír. El ir a una obra de teatro y reír, no significa que su memora se manche, para nada. El no vestir más de negro o nunca haberlo usado ni en su funeral, no representa nada, pues es solo una señal para la sociedad, el luto verdadero se lleva en el alma, la mente y el corazón, aunque deseemos mostrarle a la gente nuestro dolor con una indumentaria un listón o una esquela para lo que se siente y en lo que se siente al final de cuentas la sociedad no tiene cabida.
Habrá personas que no lloren, y que tal vez a su manera sientan su dolor. Tal vez se encerrarán en su cuarto y sin que nadie sepa se permitirán desmoronarse sin que nade lo sepa. Tal vez no llorarán nunca y esa amargura les hará daño encerrada en el pecho, en el alma, porque si bien es respetable el que no se llore porque somos todos diferentes, existen cosas similares por mera naturaleza entre individuos, el comer, dormir, por mencionar algo. El llanto se hizo para lavar el alma, el corazón, la mente, para desahogar aquello que no tiene remedio, por ende debemos dar siempre rienda suelta al llorar.
Habrá quien se ocupe de todo el servicio y habrá quien no tenga fuerza para ello y todo esto es válido, cada posición, cada sentir es respetable, porque somos diferentes aunque todos dejemos de existir de la misma forma.

¡¿Qué hacer?!
Pasarán entonces los meses y los años y retomaremos la vida después de que en algún momento preguntamos ¡¿cómo seguir adelante?!. No, no hay una respuesta concisa, si la hubiera ya la sabríamos después de tantos milenios de existencia humana y la estaríamos aplicando, pero evidentemente no la hay y más porque cada uno somos distintos, tan solo nos resta la única verdad y el único consejo verdadero apegado a los instintos básicos y a la naturaleza misma, al instinto de supervivencia:

hay que dejarse llevar por la corriente llamada vida

¿Cómo es esto? Ya hemos hablado del jodido proceso, ese en el que las etapas de negación aceptación, etcétera están involucradas, ese que nadie se puede saltar mientras viva y nos preguntamos otra vez ¿cómo paso ese proceso, cómo lo libro? No, no lo puedes librar y no, no hay una manera única o una respuesta como instructivo. Aquí lo único que nos hace llegar a otro punto en el tiempo es lo que les mencionaba: imagínense flotando en el agua de un río, en los rápidos escarpados con rocas, con agua helada, tal vez, no sabemos, o tal vez solo un poco, nadar. Pondremos las manos en el estómago apretando los brazos contra las costillas, las piernas, el tronco, el cuello, rígidos, cerramos tal vez, los ojos y tan solo estamos ahí, arrastrados por la corriente, pero sí estamos haciendo algo: nos hemos puesto en posición sabiendo que los rápidos y las piedras filosas causaran golpes y heridas, y nos hemos preparado con lo único que tenemos: nuestro cuerpo, como cuando nos dicen que nos golpearán el estómago o el brazo y lo ponemos “duro”, así nos recostaremos en el río, flotando, no intentaremos nadar hacia ningún lado, porque todos los lados son lo mismo, porque no hay salida de ese río cruel, no la hay, estamos en él y esto no es un consejo, es solo una representación de lo que por naturaleza hacemos, estar como en un río. Entonces nos golpeará y cortará, sentiremos un inmenso frío y ganas de dejarnos hundir para no seguir apretando los ojos ante la incertidumbre del nuevo golpe. Pero solo hay que seguir flotando, intentando ver el cielo, intentando ver las estrellas o el sol. Por el momento hay mil ramas secas y horribles cubriéndolo, a través de ellas solo se alcanzan a ver nubes de la tormenta que incrementa el cauce, las gotas de lluvia se confunden con las lágrimas en tu rostro, el granizo te golpea la tez, pero tú simplemente debes de pensar en solo flotar y aguantar y aguantar y aguantar pues no puedes hacer nada para nadar, la corriente es más fuerte que tú, podrías hundirte, pero ese no es el caso y algo muy dentro de ti, no te permite hacerlo. Después de tanto golpe de tanta oscuridad y el dolor que casi te hace desmayar o morir, comienzas a ver como disminuye la lluvia, tiemblas aún por da desnudez de tu cuerpo gélida, abatida, lacerada. Las ramas comienzan a ser más sutiles y verdes, ya no hay tanta espina, se va abriendo sobre ti el panorama, el estrecho río se va ensanchando, éste cruza las corrientes agresivas con nuevas corrientes lentas y suaves, las piedras van de desapareciendo de la superficie, el amanecer se nota en la claridad del cielo, el agua se torna fresca y agradable, las cosquillas en los pies por los peces de colores que juguetean en el agua te hacen sonreír, entonces miras hacia atrás, ves con claridad esa mancha negra de la que saliste, siempre estará ahí pero ahora estás en otro lugar y en otro tiempo: ESTÁS VIVO.
Así es como nos sucede, no sabemos en qué momento, después de que los minutos han sido eternos y los segundos casi inmóviles, nos encontramos en otro espacio tiempo, ya nada es igual pero hemos pasado por la garganta ese amargo cáliz. Ahora somos otros, hemos cambiado. Ahora vemos que existen personas a nuestro alrededor quienes se preocupan y nos quieren, que han estado preocupados por nosotros y a quienes restamos interés ante el acontecimiento. Seres que tal vez dependan de uno, pueden ser hijos, familiares o simplemente una persona que te aprecia de verdad. Seres quienes sufrirían muchísimo si te pasara algo. Por ti, por la persona fallecida y por esos seres es porque hay que seguir adelante.

Me encantan los sistemas, la programación, pues de la misma vida se toma su curso para hacer un programa, éste programa debe abarcar todas las posibilidades para ser funcional, eficiente y eficaz, y así nos piden nuestros profesores que los hagamos, prácticamente perfectos. La vida es un sistema, una programación. En mi muy humilde y orgulloso punto de vista, en mi patología sicológica existe un argumento que no he cambiado desde que concibo la inteligencia. La vida tiene en su sistema de programación un grave error y ese error es la muerte. Ya elaboraré de en algún momento, tan solo lo menciono para concluir el tema, porque debemos consolarlos o estar simplemente consientes de que este error de sistema es inherente a la vida y no puede ser corregido. En el momento en que se nos grabe en el existir y pensar dicha idea, podremos simplemente saber que sucederá lo queramos o no, les sucederá a nuestros seres queridos, nos sucederá a nosotros y encontraremos al final de este pensamiento la resignación, porque no hay otra opción más que la resignación. Entonces pensemos finalmente, hoy sufrimos por alguien, un día alguien sufrirá por nosotros, sabemos que no hay nada qué hacer y no hay consuelo sino una helada y cruel realidad, pero así mismo sabemos que simplemente hay que dejarnos llevar por la corriente y decirle e inculcarle a quien conozcamos que el sufrimiento jamás se quitará ni se evitará ante la muerte, solo podemos dejarnos llevar, consolarnos con la verdad de que a esa persona no le gustaría vernos mal y entonces esperar a que las aguas se calmen y se despeje el cielo. No hay más qué hacer, no hay nada posible de evitar, porque ya estamos vivos y hasta que dejemos de existir, debemos ir con el tiempo y la naturaleza que inevitablemente nos creó e inevitablemente nos destruirá.
No olvidemos cosas importantes, o lo más importante:

TODO SUCEDE POR ALGO, AUNQUE SE DE EL CASO DE QUE NO SEPAMOS POR QUÉ SUCECE.

Por ende ¿qué vas a hacer con tu vida? Seguir clavado en el “le hubiera dicho, hubiera hecho, hubiera cambiado esta decisión” etcétera, sabiendo que el hubiera ya no es posible?. ¿qué vas a hacer con tu vida, si a ti mismo te toca TU oportunidad única de vivirla?
Entonces vuelvo a repetir que debemos ser gente de excelencia y tratar de ser lo mejor posible, porque solo existimos aquí y ahora, en este momento en que nos damos cuenta de que estamos vivos, por tanto, no dejes de decir ese “te amo, te quiero, te estimo, eres importante”, porque no sabes si las oportunidades para hacerlo se te acaban en este instante y te reprocharás no haberlo hecho por toda tu vida.
Recuerda que así mismo tú eres importante para alguien más, por ende no le cierres las puertas para que te disfrute, no abandones a quienes siguen vivos. No te hundas en tu dolor vive a la gente que te ama, valorara, explota todo ese potencial de amar que hay en ti, en todos, porque es hoy y es cuando estamos vivos.

Y te vuelvo a preguntar, entonces y después de una lección tan fuerte como es la muerte: ¡¿qué vas a hacer con tu vida?!