De un correo
“…La obscuridad se hace persistente a pesar de
que el sol me quema la piel, con su insistente llama cálida provocándome el
recordar que aún vivo. Mi paso por entre la gente es fantasmal, no tengo
vínculo ni nadie que me espere. Mis muñecas me gritan que quieren llorar desde
un alma que a penas se puede llamar así. El corazón que me ha quedado es solo
el músculo que bombea aún una sangre que ya no es mía. Observo lo maravillosa
que es la vida, mis manos, mi cuerpo, los árboles, los pájaros, trato en la medida
de lo posible llenar mis pupilas con esta vida tan irónica y exigua, tan
grandiosa y tan petulante. Percibo el desperdicio del tiempo, cuando muchos han
muerto por el virus que les ha llegado tan de repente y que no lo querían,
cuando otros en los momentos más intensos deseamos dormir y no despertar. De
todas formas va a suceder, hoy mañana, en unos años, nadie lo sabe, pero a
veces el libre albedrío te da la opción que tienes en cualquier momento para
hacerlo por tu propia mano y a veces son tantas las ganas que la lucha interna
en contra del instinto de supervivencia, te deja agotado después de una gran
pelea en que casi lo vences, entonces en medio de las lágrimas y del
agotamiento piensas en esos seres que aún te quieren a pesar de que para ti el sentido
de la vida se te haya ido en un ser que se transformó de lo bueno a lo peor
existente y entonces comienzas a recordar infaliblemente todo lo vivido, a
buscar señales de advertencia que te haya puesto la vida para evitar la
tragedia y cuando encuentras tan pocas y tan difusas comienzas a golpear el
suelo con tus puños reclamándole al infierno tu infortunio y elevando los
brazos al cielo, no en una plegaria, si no en otro reclamo porque no ves lo que
hiciste mal, porque no viste o no encontraste esas señales, entonces alguien te
detiene de hacerte daño y vuelves a “calmarte” en la melancolía de los mil
pensamientos y recuerdos que giran en tu mente mareándote al grado de toser y
vomitar lo poco que hayas comido, un tranquilizante, no, quisieras tomártelos
todos de una vez y encontrar paz y silencio. Pero por más que lo intentas, por
más que tratas de escuchar a la gente que te alienta a seguir adelante, por más
que tú mismo intentas no pensar, es en vano. 39 días, 936 horas, 56160 minutos
de ausencia, de la repetible pérdida del sentido de la vida, de esa alegría que
hoy solo es una palabra que significa “mentira”. Estás mejor y te dejan salir,
ir y venir, para regresarte en cuanto vuelves a tener una “crisis”, a esta
soledad y esta lejanía tan distante del mundo. Los demonios de tu cabeza son
mil voces, mil recuerdos, el mp4 del cerebro funciona como nunca, brindándote
sonidos e imágenes reales de lo que hiciste en 4 años, de sus actitudes, de sus
frases, de la manera de mirarte, te brinda así mismo recuerdos que pensabas
perdidos, recuerdas la universidad, los lugares que visitaban, la comida, la
esencia misma del aire que te acariciaba cuando caminabas de su mano y vuelves
a intentar romper un vaso, patear una puerta hasta que no aguantes más tu pié. Te
escondes del mundo para que no te vea sufrir y hacer tanta cosa enferma, aún
así lo haces y a veces no te importa y ni te das cuenta que lloras en medio de
mil desconocidos o en los brazos de tus amigos.
¡Qué cansancio tan más atroz, que manera de
extrañar a un ser que ya no existe, que ha fallecido, te lo dice el vacío en tu
pecho, te lo dicen los piquetes físicos y reales que sientes en el músculo del
corazón!...”
http://www.youtube.com/watch?v=h8oTT9r9978 Cold Play – Warnig Sign
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