A veces, me pregunto por qué me
quieres... me pregunto qué hubo en esa distancia y en esa sección de tiempo que
eran años de ausencia y de silencio... tu pubertad pasó, te enamoraste,
lloraste, brillaste, te caíste, te levantaste, viajaste, te encerraste,
fracasaste, conquistaste y, todo
mientras mi ausencia y el silencio prevalecían…
La vida nos separó… ¿fue la vida?
¿o nosotras quienes lo permitimos? La vida guardó dentro de esa ausencia solo
un pedazo de tiza tallado como un recuerdo, como la sustitución de la persona
misma, de su esencia, de sus valores y llenó el hueco… ¿acaso lo llenó? o ¿hubo
momentos en que debí haber estado ahí, en que te necesité a mi lado para
contarte de mis desatinos o de mi corazón roto, es más, del rechazo o de la
intolerancia o del miedo a la naturaleza misma y sus desastres y a la muerte
misma o al no ser recordado por nadie?
A veces las charlas evocaban
aquella época, ¿a quienes has visto? Y los nombres o las caras van ocurriendo
mientras te imaginas un montonal de cosas que pudieron haber sucedido, más
siempre recaes en esas personas que significaron algo aún en su plena juventud,
aún en medio de la construcción de la base que será su personalidad, aún en
medio de toda la falta de experiencia e inmadurez que a la época correspondía, aun
así, confiabas y te encariñabas de la gente, firmaste su camisa o blusa, comentaste
un anuario o un chismógrafo, saliste en alguna foto a su lado o pasando por
detrás, por casualidad… ¿y qué ha sido de aquella? ¿y qué ha sido de aquel? Y
la información se vuelve poca y vana y te quedas con las ganas de saber qué
hubiera sucedido si la persistencia hubiera salido a flote en el día a día sin
desaparecer… y las ganas de haber vivido a esa persona frustradas te emanan
alguna lágrima que rodará por tu rostro o ahogarás en tu garganta para seguir
preguntando a quien tal vez aún haya visto a tal o a cual. Y en la madurez de
tus años te preguntarás, -y si hubiéramos seguido en contacto.- Más “el hubiera”
es solo un recordatorio de aquello que te molestará no haber hecho por el resto
de tus días.
De niños y jóvenes somos más
resilientes y salimos del abandono bien que mal y tendemos a olvidarlo para
protegernos. Aún recuerdo que esa época me marcó, porque una de mis mejores
amigas se fue de intercambio a Suiza y fue ahí donde perdí su amistad, justo en
ese momento de su viaje y aunque el destino nos proporcionó una vía de
encuentro, su indiferencia ha marcado la pauta para no insistir… Desde entonces
odio las fronteras y las distancias y únicamente no las odiaría si todos
pudiéramos viajar sin problemas económicos ni de ninguna índole cuando
quisiéramos visitar a nuestros seres queridos, más los mundos ideales solo
existen en nuestras cabezas y tenemos que soportar la dura realidad, realidad
que a lo largo del camino me quitó a gente llevándosela a otros estados o
países, aunando este grupo a aquel que por algún motivo estúpido se perdió en
el tiempo, el cambio de escuela, de horario, de forma de vivir: separa gente.
A veces te pierdes tú mismo y te
escondes por miedo al qué dirán, por miedo a ser menos exitoso, por miedo a no
ser aceptado. A veces de lejos te encuentras a alguien y si no te vio aceleras
el paso para perderte entre la gente. A veces alguien llega y te abraza con
tanto gusto como el tiempo sin verte y entonces todo está bien, quedan en
verse, en un café y esto nunca sucede. A veces no sabes ni qué hacer con esas
ausencias, lo que sucede la mayoría de las veces. A veces piensas en las ganas
de buscar y contactar pero el miedo a que la gente no tenga las mismas ganas
desvanecen las tuyas.
¿Por qué me quieres? No lo sé,
solo lo alcanzo a imaginar, tal vez por la misma razón por la que te quiero yo,
tal vez no, pero es fenomenal, eso sí, y te lo agradezco, desde el alma, desde
el corazón, y le agradezco al destino aquella coincidencia feliz que nos reunió
otra vez para estar yo para ti y tú para mí querida amiga.
Ay gente, si pudiéramos valorar
desde un principio a la misma gente, si supiéramos que las distancias al final
de los años separan gente, si dijéramos esas frases que nos callamos, si
apuntáramos un teléfono y llamáramos con constancia estaríamos más unidos. Y
como dice aquel texto que he leído por lo que he escrito todo esto “ten cerca a
tus hermanas, a tus hermanos, a tus amigos que son la familia que tú eliges, porque
solo eso te quedará en tus tiempos otoñales”. Hereden amor a sus hijos y no solo
por sus familiares consanguíneos, sino por aquella familia que vamos obteniendo
o perdiendo en nuestras vidas para que no existan tantas pérdidas, más bien una
red de hermandad que nos una a los seres humanos de buenos valores, porque al
final, de eso trata la vida y es lo único que te llevas en el alma.
Texto dedicado a DRB y, en
mención de aquellas personas que quisimos y que perdimos en el tiempo.
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