Hay un Cenzontle en una jaula que
cuida su vendedor en la calle, su trinar llena el lugar donde estoy, estas
cuatro paredes repletas de papeles y trabajo frente a un computador. Al salir y
verlo me fue ofrecido en venta, tuve muchas ganas de adquirirlo sin embargo no
lo hice. Quería hacerlo para dejarlo en libertad, más sé de antemano que esto
lo llevaría a su irremediable muerte, pues fue criado en cautiverio. Qué
tristeza me dan todas aquellas aves que se encuentran en cautiverio, que
tristeza me da que aún exista gente que los compre para encerrarlos en una
cárcel llamada jaula. Sus alas se hicieron para volar en libertad sin más
límite que las horas del día, sin más límite que las temperaturas permisibles
para su existencia, sin más límite ni frontera que la del verdor de alguna
montaña. Hoy tengo el honor de escucharlo aquí en plena ciudad, pero no
quisiera tenerlo así, quisiera tener la suerte de al explorar alguna selva o
algún bosque mis pasos se cruzaran con su hermoso canto, por mera suerte por
mera coincidencia de vivir a la naturaleza en su lugar natal y no en un
presidio convertido en negocio cruel.
Recuerdo que en mi infancia al ir
hacia Celaya en un hotel de aquella ciudad, al nadar en la alberca podías ver a
las urracas revolotear en los árboles y dialogar entre ellas con su lenguaje
peculiar, esto sólo era posible cuando realizamos aquel viaje, ahora las aves
han dejado sus territorios y han buscado en la ciudad aquel alimento que ya no
existe en ciudades pequeñas cerca de la naturaleza. Hoy las puedes ver en Polanco
y escuchar su parloteo no enfrente de la catedral de San Miguel de allende,
sino enfrente de Plaza Antara.
Estoy recordando un video que
pasan en canales de cable, en el cual un chico habla de la naturaleza, comparto
con él su forma de pensar con respecto a que el ser humano le ha quitado su
espacio y su terreno a la misma. Café Tacuba en una de sus canciones, “Trópico
de Cáncer” dice: “hay mis ingenieros civiles y asociados, no cran que no me
duele irme de su lado pero es que yo pienso que ha llegado el tiempo de darle
lugar a los espacios sin cemento”. Ya somos varios quienes pensamos que se debe
de detener el crecimiento imparable de las ciudades. Por ejemplo en Huatulco,
playas hermosas privatizadas y delimitadas por hoteles de precios altos no asequibles
para cualquiera, cuando la naturaleza debe de ser de todos y para todos.
La película Wall-E, representa
nuestro futuro en un “espacio” de obesidad y de incomunicación personal donde
la naturaleza es una palabra que carece de significado, sin relaciones
personales y como un gran capricho una vez más el verdor se asoma en la Tierra.
Es muy triste que la prepotencia
y el poder enajenen la mente de seres que dejan de ser seres humanos y se
amotinan para lograr un mal común. Es increíble como después de tantos siglos
de evolución del ser humano continué con actitudes retrógradas, exasperantes
peores que las de un neardental. ¿Dónde está la evolución, dónde está el
progreso, dónde está la civilidad?
Ayer por la calle me encontré con
una planta que encontró de una manera absurda un pedazo de tierra fértil en
medio del cemento. Quise llevarla conmigo, pero podría morir, quise regresar
cada día a regarla, pero el espacio en donde está no la dejará crecer. Sólo me
llevó la gran lección que aquellos seres prepotentes deberían de aprender y no
yo, pues al menos tengo la idea de la conservación de la naturaleza, pero ellos
lo han olvidado por completo. ¿Por qué se nos da la lección a gente que
deseamos conservar y preservar la hermosa naturaleza y, no se le da a gente que
tiene todo el poder, todos los recursos y todos los medios para preservar
nuestra alma mater que es el planeta tierra?
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