lunes, 20 de julio de 2009

La posición de irse es la más fácil

En la mayoría de veces es más fácil, casi en cualquier contexto, ser la parte que se va ya sea por haber encontrado a alguien más, por salirse de una relación insana, cambiar de residencia o simplemente por salir de viaje. Todo lo anterior causa en la persona que se queda una tristeza, un des apego, una soledad y/o un resentimiento en la medida del tamaño de la separación y el motivo de la misma.

Nuevamente nos encontramos en una sección de la vida en la que no podemos hacer nada ante la verdad inherente de la “ausencia” de “esa” persona y nos cuesta trabajo aceptar la realidad aunque no lo demostremos cuando nos toca ser quien se “queda”. Según los especialistas que escudriñan nuestra vida, concluyen que este miedo al “abandono”, que puede ser parcial o consumado en su totalidad, dependiendo del caso en cuestión, deriva del miedo a ser abandonado por nuestra madre en nuestra temprana niñez. El instinto trae innato el sentido de protección y compañía dentro de la presencia de ese ser, si ese ser desaparece todo se vuelve un caos, todo el mundo del bebé o niño se cae, se derrumba en un llanto incontenible y no solo lo proyecta un ser humano, los gorilas al ser separados de sus madres, cuando las matan, experimentan así mismo la desesperación y angustia, la desprotección, la inseguridad y emiten alaridos y chillidos, al solo constar con el instinto básico, así mismo sucede con muchas especies. Es por esto que la posición del “abandonado” resulta ser mucho más pesada, mucho más difícil pues se encuentra en nuestros genes el “chillido de la ausencia”, la desesperación por no saber qué hacer ante el peligro de poder “morir”. La persona que se va, simplemente denota un narcisismo en busca de sus intereses personales que va desde el natural y cotidiano hasta el enfermizo e incisivo, de todas formas, resulta la posición más cómoda, la que no sufre, la que no siente el abandono, por ende, la más resuelta y fuerte en cuestión de separaciones.

Viaje:
Este caso es el más “light”, pues será temporal la pérdida, sin embargo, a medida del tiempo, medida de la tristeza. En esta modalidad nos topamos con 2 situaciones conflictivas, la primera, tranquila y aceptable, donde la persona que se queda simplemente estará ligeramente triste y en esperanza del día en que la persona regrese. La segunda es la problemática, si los viajes se hacen más frecuentes, la frecuencia causa aceptación y la aceptación causa costumbre, por ende la costumbre provocará que la tristeza desaparezca lo cual puede ser un problema en una relación ya que se puede manifestar un desinterés de ambas partes. La persona que viaja, puede que encuentre alguien más en algún “puerto”, sobre todo si no siente el interés por parte de la persona que se queda. La persona que se queda, se aburre, se siente sola y tal vez busque llenar ese hueco con algo o alguien más. Entonces encontramos la problemática siguiente: ¿vale la pena viajar tanto para tener una buena posición social y económica, tal vez sacrificando la vida en pareja, la vida en familia? ¿es posible encontrar un punto en el que no se rompa la melancolía por ausencia y se conserven las ganas de regresar, para quien se va y de la llegada esperada para quien se queda?. Debate eterno resulta lo anterior, tema de películas y una que otra “soap opera”. Evidentemente se debe encontrar un equilibrio y para ello se necesitan muchas, pero muchas agallas de ambas partes para soportar la ausencia y no permitir la ruptura de vínculos. No existen muchas soluciones para lo anterior, tan solo el nutrir de la manera más excelente posible los momentos en que se estén juntos, para provocar en el que se va, las ganas de regresar y provocar en el que se queda, las ganas de ver el regreso. Nuevamente es más fácil ser quien se va, que quien se queda.

Cambio de residendencia:
Por la vida nos toparemos con personas, familiares, amigos, tal vez una pareja quien tenga una gran oportunidad de vida, de negocios, eje fundamental en la sociedad: el trabajo. Cuando nos comunican el hecho de que se irán, lo primero que percibimos en nuestros adentros es una profunda melancolía, se piensa en el pasado, en lo vivido, en la necesidad de la persona y en la ausencia futura. Sabemos a pesar de todo lo anterior, que lo único que podemos hacer, en medio de nuestra tristeza, es buscar la alegría de que estará mejor, que será por su bien y a pesar de que no queramos soltarle, le despediremos con un buen abrazo y un “suerte” desde el corazón, lo cual resulta lo más correcto, aún así nos enfrentamos a esa ausencia y se debe de mantener así mismo el vínculo a pesar de las distancias, lo que resulta difícil, al principio habrá muchas llamadas y correos, los cuales comenzaran a ser más esporádicos y escasos. Se debe, de todas formas, mantener el contacto y no claudicar ante la separación, pues si de verdad fuimos o son importantes para nosotros, por ende debemos mantener el contacto a distancia, esto es más que nada en cuestión de amigos y familiares, lo contrario a una pareja, porque ya se sabe el dicho: “novios de lejos será de pen… sarse”.

Relación insana:
La separación en estos casos es lo más saludable posible, la persona que decide marcharse lo hará con dificultad, pero por su propio bien, no puedes mantener una relación con un padre alcohólico o un marido golpeador, dependiendo de todas sus tonalidades, pues al final de todas formas la seguridad física y mental será quebrantada si se permanece al lado de quien nos maltrata. La persona que se queda en este caso, igualmente sufre, pero en su orgullo, en su pérdida de control sobre alguien. Aunque resulta difícil irse, aunque después de meses o años de escuchar “salte de ahí”, por fin se decide a hacerse, es muy difícil, aunque estando ya del otro lado, se siente una paz, un alivio y una libertad. Es lo mejor que puede suceder en cuestión de separaciones cuando dos ya no se llevan bien. Recordemos que lo único que vale la pena en la vida, es tener una vida de calidad.

Engaño:
Ya hemos platicado mucho sobre esto y sabemos de antemano que la persona que se va, se va en medio de su interés por alguien más, la persona que se queda, se queda en el peor de los casos con la impotencia de no poder hacer nada para impedirlo, no poder hacer nada para desquitar el tiempo perdido y no poder hacer nada para cambiar el pasado. Al final de cuentas y al final de “el camino de las lágrimas”, del proceso de pérdida, en el mayoría de los casos, salimos, bien que mal, adelante y respiramos, aunque cada quien a su paso, cada quien en la medida de su sufrimiento, pero como siempre, la persona que se queda, quien es abandonada, es la que carga el bagage emocional del tiempo compartido.

Estas son las realidades fortuitas, pero realidades al fin. Si algo se aprende de la vida, es que así es, y simplemente: así es. Dentro de ésta idea sencilla se puede encontrar una razón para seguir adelante en cualquier caso de abandono, sabemos que es inevitable la separación, por ende, debemos ser fuertes y seguir adelante con nuestras vidas en el egoísmo de cuidarnos a nosotros mismos, buscando, como ya mencioné, una mejor calidad de vida. Así que no hay antídotos, no hay soluciones, tan solo la efectiva fórmula de la prevención, que tampoco resulta infalible, pero que reducirá las posibilidades a un fracaso, si vemos siempre las relaciones a futuro, vislumbrando lo que será y apartándose de la X para que no nos caiga el piano encima.

Después de cometer un error: Solo las personas que evolucionan, que adquieren experiencia y se detienen a pensar en lo vivido, se dan cuenta de lo que tuvieron, de lo que dejaron ir y de lo que dejaron a la deriva:
RBD - ALGÚN DÍA

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