lunes, 22 de agosto de 2011

En medio de la violencia

Nos encontramos de repente ante un fuego cruzado entre bandos que luchan por poseer el poder, en medio de una violencia que se lleva entre “las patas” a inocentes que ni debemos, ni deberíamos de temer nada, al ser simples ciudadanos, comunes y corrientes, sin embargo que si te encuentras en el lugar y momento equivocados, tu vida podrá sucumbir ante hechos que no te competen. Muchos han caído y el repetir nombres no es necesario para comprender la gravedad de la violencia que irónicamente jóvenes y adultos aún no creen, aunque se haya convertido en el tema diario, muchos lo evitan, a los demás les aburre y otros tantos siguen en la negación diciendo que este es un ardid publicitario, aún así, la verdad es que la sangre sigue corriendo, si denuncias te matan los “malos”, si alzas la voz, te asesinan los “buenos”, tanto es así que la misma policía o elementos de instituciones o cargos sociales y políticos, resultan involucrados ante la grotesca idea del poder, que desde el instinto del macho alfa por dominar a la “manada” utiliza la fuerza para pelearse con otros machos alfa o para aleccionar a los demás, en el afán de conseguir o conservar el poder. Sí, este trauma de tener el poder tiene sus instintos arraigados en la naturaleza misma animal ancestral. Aunque utilizamos tecnología y nos erguimos en dos patas, aún somos animales, pero la distinción de un humano civilizado radica en el control de la brutalidad con base en una madurez de intelecto y de acto, pero aquellos que son tan machos, no comprenden estas palabras tan rebuscadas y “estúpidas” para ellos y prefieren censurar con violencia cualquier cosa que vaya en contra de sus intereses.
La cuestión aquí es que quienes intentamos solamente vivir la vida que ya poseemos, de una forma digna, lo hacemos hoy en día con cada vez más temor, los comerciales del Gobierno Federal, dicen que se han enfrentado a la delincuencia con eficacia, más no existe mentira más grande, pues ahora hasta ahorcados aparecen en el Distrito Federal.
Ni hablar de intentar viajar porque comienzan las conjeturas al intentar decidir cuál estado será el “menos inseguro”, cuando estamos cayendo en una generalidad evidente a luces y a voces de que ya no hay estado seguro. Tememos hasta por los retenes, que son supuestos para detectar drogas, armas y delincuencia, tememos que puedan “sembrarnos” droga, o agarrarnos de sus chivos expiatorios.
Ya sea entre narcotraficantes la pelea por sectores, entre gobierno y delincuentes, entre policías y manifestantes, he aquí donde nos encontramos los simples ciudadanos, cadentes de una seguridad, sin quién acudir para pedir protección en un sistema corrupto y que permanece sordo y obsoleto a la solución de problemas. Estamos ante la realidad en que no desean legalizar la droga, no porque la gente no se drogue, pues hasta los más ricos y poderosos lo hacen, sino por la pérdida de los ingresos que le causarían al gobierno el detener la corrupción, la incautación de bienes, etcétera. Un ejemplo es simple y la gente lo sabe, si logran detener a “el bueno”, un líder de sector, por ejemplo en la colonia Buenos Aires, este paga una gran cantidad para que no lo ingresen ni procesen, este dinero corre dividiéndose entre varias manos y así mismo sucede con golpes más fuertes “a la delincuencia”, son miles de millones que emanan de lo que todos sabemos y conocemos pero que nunca se habla abiertamente ni en tv, ni en radio, pues el gobierno puede censurar inmediatamente.
A mí, a estas alturas, no me interesa que se queden con ese dinero, me tiene sin cuidado, lo que me molesta es que si en la persecución de la policía por arrestar a este tipo de sujetos, atropellan o disparan y matan a un niño inocente, este se toma simplemente como “daño colateral” lo que para ellos sería un simple “ni modo”. He aquí donde a mí, no me importa la moralidad ni lo que piensen los demás yo prefiero mil veces que legalicen las drogas para acabar con estos daños colaterales, con los secuestros, con los autos quemados, con todo eso, más seguimos acá “abajo” tratando de escondernos para que nadie nos vea, para pasar desapercibidos, a pesar de que miles, como yo, no tenemos el afán de denunciar, sino de formar una conciencia de la inseguridad que pisan nuestros pies, concientizando a la gente de que son hechos reales y que solo contamos con nosotros mismos para cuidarnos, intentando seguir con una vida donde el miedo a ser secuestrados, asaltados, asesinados o callados a la fuerza nos invade cada día, aunque intentemos seguir sin tomarlo en cuenta.
Que mejor que de verdad nos dejaran fuera de la jugada, que de verdad no tuviéramos nada que ver con sus broncas, pero todo esto es real y existe y cada vez es peor ante la pobreza y la falta de educación que lleva a muchos, por ejemplo a vender drogas y así intentar tener dinero, el cual será efímero, pues esa gente siempre termina loca, en la cárcel o muerta.
Estamos tan lejos de la solución que hoy se presenta como si fuera un milagro, tan distante e inverosímil, intangible, pues quienes deseamos el fin de la inseguridad, aunque somos la mayoría, una gran masa aplastadora en número, en contra de quienes la fomentan, somos completamente incapaces de lograr algo en este mundo que aunque pagas con tus impuestos para tener seguridad, ésta cada vez se ve más lejos y menos asequible.
Hoy en día me pregunto ¿Qué demonios podemos hacer ante esta gravísima problemática que pone en riesgo nuestras vidas? Probablemente la respuesta es muy desalentadora ante la impotencia que nos provoca un gobierno insensible, ansioso por el poder no importando el partido, ante la verdad en que los teatros están montados y aunque ya no nos ven la cara tan fácilmente, solo nos resta quedarnos callados para seguir intentando sobrevivir, para evitar que nos quieran callar cegando nuestra vida, mientras llega un milagro.

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