martes, 28 de abril de 2009

Te extraño


De un correo
“…La obscuridad se hace persistente a pesar de que el sol me quema la piel, con su insistente llama cálida provocándome el recordar que aún vivo. Mi paso por entre la gente es fantasmal, no tengo vínculo ni nadie que me espere. Mis muñecas me gritan que quieren llorar desde un alma que a penas se puede llamar así. El corazón que me ha quedado es solo el músculo que bombea aún una sangre que ya no es mía. Observo lo maravillosa que es la vida, mis manos, mi cuerpo, los árboles, los pájaros, trato en la medida de lo posible llenar mis pupilas con esta vida tan irónica y exigua, tan grandiosa y tan petulante. Percibo el desperdicio del tiempo, cuando muchos han muerto por el virus que les ha llegado tan de repente y que no lo querían, cuando otros en los momentos más intensos deseamos dormir y no despertar. De todas formas va a suceder, hoy mañana, en unos años, nadie lo sabe, pero a veces el libre albedrío te da la opción que tienes en cualquier momento para hacerlo por tu propia mano y a veces son tantas las ganas que la lucha interna en contra del instinto de supervivencia, te deja agotado después de una gran pelea en que casi lo vences, entonces en medio de las lágrimas y del agotamiento piensas en esos seres que aún te quieren a pesar de que para ti el sentido de la vida se te haya ido en un ser que se transformó de lo bueno a lo peor existente y entonces comienzas a recordar infaliblemente todo lo vivido, a buscar señales de advertencia que te haya puesto la vida para evitar la tragedia y cuando encuentras tan pocas y tan difusas comienzas a golpear el suelo con tus puños reclamándole al infierno tu infortunio y elevando los brazos al cielo, no en una plegaria, si no en otro reclamo porque no ves lo que hiciste mal, porque no viste o no encontraste esas señales, entonces alguien te detiene de hacerte daño y vuelves a “calmarte” en la melancolía de los mil pensamientos y recuerdos que giran en tu mente mareándote al grado de toser y vomitar lo poco que hayas comido, un tranquilizante, no, quisieras tomártelos todos de una vez y encontrar paz y silencio. Pero por más que lo intentas, por más que tratas de escuchar a la gente que te alienta a seguir adelante, por más que tú mismo intentas no pensar, es en vano. 39 días, 936 horas, 56160 minutos de ausencia, de la repetible pérdida del sentido de la vida, de esa alegría que hoy solo es una palabra que significa “mentira”. Estás mejor y te dejan salir, ir y venir, para regresarte en cuanto vuelves a tener una “crisis”, a esta soledad y esta lejanía tan distante del mundo. Los demonios de tu cabeza son mil voces, mil recuerdos, el mp4 del cerebro funciona como nunca, brindándote sonidos e imágenes reales de lo que hiciste en 4 años, de sus actitudes, de sus frases, de la manera de mirarte, te brinda así mismo recuerdos que pensabas perdidos, recuerdas la universidad, los lugares que visitaban, la comida, la esencia misma del aire que te acariciaba cuando caminabas de su mano y vuelves a intentar romper un vaso, patear una puerta hasta que no aguantes más tu pié. Te escondes del mundo para que no te vea sufrir y hacer tanta cosa enferma, aún así lo haces y a veces no te importa y ni te das cuenta que lloras en medio de mil desconocidos o en los brazos de tus amigos.
¡Qué cansancio tan más atroz, que manera de extrañar a un ser que ya no existe, que ha fallecido, te lo dice el vacío en tu pecho, te lo dicen los piquetes físicos y reales que sientes en el músculo del corazón!...”

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